Buscando por la red me he encontrado con este artículo que encuentro bastante interesante. Si eres de los que, como yo, prejuzgan a la gente antes de hablar si quiera con ellos, quizás deberías leerlo, verás hasta qué punto puede influir el lenguaje no verbal.
Con la liberalización de las costumbres no resulta raro que sujetos con poca oportunidad de expresar públicamente sus tendencias intenten demostrarlas mediante cambios en sus atuendos y en su aspecto físico global.
En los últimos veinte años se ha podido apreciar la proliferación de grupos urbanos de sujetos que se agrupan y definen entre ellos por algunas afinidades ideológicas, que en su mayor parte, simbolizaban públicamente con unos peinados característicos. Todos somos capaces de reconocer a un «skin» luciendo calva, a un «roackabilly» con sus característicos tupés o a un «punky» con esas crestas que les recorren la cabeza.
Evidentemente estos sujetos utilizan un modo de lenguaje no verbal para comunicar a los demás, algún tipo de mensaje de protesta o de reivindicación, a través de su peinado, de su ropa, de sus piercings, ó tatuajes, sus perros o sus hábitos.
Para entender mejor la capacidad que nuestro aspecto físico tiene a la hora de influir sobre otras personas, es necesario detenernos a definir el fenómeno de la atracción física.
El fenómeno de la atracción física es un fenómeno muy estudiado en el campo de la psicología, que se refiere al tipo adicional de información que un sujeto emite con su aspecto físico. Se trata de un fenómeno persuasivo, sutil y sorprendentemente poderoso. Las personas con un gran atractivo físico son percibidas por los demás con más habilidades sociales, con una mejor vida, con matrimonios más felices y empleos mejores, con una mejor vida sexual y que reciben más respeto que aquéllas que tienen un grado menor de atractivo físico.
Interrogados al azar, la mayor parte de sujetos responderían que el atractivo físico de otra persona no tiene una influencia determinante sobre ellos, sobre sus percepciones o sobre su comportamiento. Algunos trabajos desmienten esta sensación y demuestran la capacidad que el atractivo físico tiene sobre el resto de personas a la hora de valorar sus capacidades laborales, sus posibles relaciones interpersonales y también su edad aparente.
Las personas con menos atractivo físico demuestran menos ajuste social, mientras que aquéllos con un alto atractivo físico tienen más citas, más amigos, y experimentan menos ansiedad social.
En relación con el poder social, las personas físicamente atractivas son más persuasivas. Resulta fácil comprobar este hecho en la selección de los actores para actuar en un anuncio publicitario, y por supuesto este tema ha sido seriamente valorado por las agencias publicitarias para poder aprovechar mejor sus breves cuñas emitidas en televisión.
Si nos basamos en tests objetivos de personalidad, las personas con alto atractivo físico puntúan mejor en parámetros como comprensión, orientación, independencia, agresividad, dominancia, resistencia a las influencias externas, autosatisfacción, autoestima y felicidad.
Curiosamente se ha llegado a estudiar la relación entre el atractivo físico ¡y la presión sanguínea! El estudio comprendía 810 hombres y 436 mujeres entre 14 y 76 años. Las personas con menos atractivo físico demostraron tener valores de presión arterial significativamente superiores que los de gran atractivo físico.
Basándonos en un sorprendente estudio que comprendía 128 mujeres y 173 varones entre 18 y 90 años, se pudo demostrar, valorando las diferencias de edad de los examinadores, que las personas mayores consideraban que el atractivo físico de los candidatos, les proporcionaba sensaciones positivas adicionales, y globalmente, tanto los jueces jóvenes como los mayores, asumieron que a las personas de gran atractivo físico se les otorgaba una personalidad más envidiable, haber vivido experiencias vitales más placenteras y haber conseguido un mayor triunfo laboral.
Evidentemente, los factores determinantes en un atractivo físico no son exclusivamente factores relacionados con las características meramente corporales. Los factores determinantes identificados incluyen: la cara y las facciones faciales, partes del cuerpo y sus dimensiones, objetos externos tangibles como ropa y cosméticos, y percepciones intangibles como reputación, logros, familiaridad…
Dentro de la parte estrictamente física y entrando más en detalle, la región oral, los ojos, la estructura facial, el cabello y la nariz fueron las más consideradas.
Dentro del fenómeno de atracción física, podemos valorar algunos aspectos relacionados exclusivamente con el cabello.
En un interesante estudio se propuso a los miembros de un tribunal compuesto por jueces de una magistratura que valoraran las sensaciones que un grupo de personas les sugerían antes y después de ser sometidas a un sofisticado tratamiento cosmético y de peluquería por un estilista de prestigio, a fin de “mejorar” su aspecto físico y aumentar su atractivo. Los jueces valoraron a los sujetos en los que el cabello se había aumentado de manera artificial como más cuidadosos, más atentos, más sinceros, fiables, calmados, propensos a ayudar a los demás, amables, sensibles, organizados y populares, que aquéllos en los que el cabello no había sido cuidado. No se pudo evidenciar ninguna diferencia entre los jueces hombres y los jueces mujeres.
En un estudio ulterior se investigó cuál de las partes de una persona podía influir más positivamente en las sensaciones de quien visualizaba las fotografías, y se obtuvieron los siguientes resultados: Los jueces hallaron que los ojos (33%), la boca (23%), el cabello (7%) y la cara (7%) fueron las partes que más influían. Curiosamente el cabello fue una de las partes que más influyó en jueces de mayor edad.
Otro notable estudio realizado en pacientes psiquiátricos hospitalizados demostró que aquellos que mantenían sentimientos negativos hacia ellos mismos, les condicionaban apariencias negativas en su aspecto físico, que si no eran mejoradas por un tratamiento efectivo, generaban respuestas negativas hacia ellos por parte de los demás, y éstas, a su vez, van a confirmar, a una persona que ya está deprimida, su sentimiento original negativo acerca de sí misma, y consecuentemente, van a hundirla más en su depresión. El mensaje parece evidente, resulta imprescindible mantener el buen aspecto de estos pacientes para ayudarlos a superar su alteración psiquiátrica.
En relación con la calvicie común, ya desde los egipcios, 1500 años antes de Cristo, y pasando por prácticamente todas las culturas, se pueden encontrar infinidad de tratamientos para el pelo tales como masajes, cremas, hormonas, vitaminas, pelucas, postizos, implantación de fibras artificiales y hasta los más modernos microimplantes de cabello. Todos ellos muestran el afán del hombre para intentar conservar el don del cabello.
Unas encuestas realizadas a sujetos después de ser sometidos a cirugía del cuero cabelludo revelaban las siguientes sensaciones: “ya no me veo tan viejo… mi autoestima mejoró… creo más en mí mismo… realmente mi vida ha mejorado desde entonces”.
Rozando el absurdo, en encuestas realizadas en Estados Unidos en las que se pedía las preferencias respecto al cabello, se obtuvieron los siguientes resultados: los hombres contestaron que las preferían rubias y los dos sexos coincidieron en que no les gustaban las personas pelirrojas. En general a las mujeres encuestadas les gustaban más los hombres de cabello oscuro mientras que los hombres en general preferían las mujeres con cabello rubio y claro. Siguiendo con el color del cabello aparecieron algunos resultados sorprendentes. En general, las personas, le suponen a un sujeto rubio una menor inteligencia, una menor seriedad a los pelirrojos y una mayor potencia sexual a los hombres con abundante cabello.
En conclusión, haciendo el símil con el fenómeno de la atracción física, si valoramos exclusivamente el cabello, podríamos afirmar que nuestro cabello es un arma persuasiva, sutil y muy potente para la promoción de nuestra persona.
El aspecto de una persona viene claramente definido por la parte más visible en él. Su modo de moverse, de hablar, de vestir, y sus complementos personales influirán claramente en indicarnos su nivel cultural y económico. Sin duda el aspecto físico de la persona, lo que vemos en ella y que puede o no agradarnos, es la mezcla de todo ello. El color de sus ojos, el modo en que levanta una ceja al opinar, como pasa su mano por el mechón de cabellos que le cae encima de su frente… En realidad, el aspecto de su cabello, es un factor determinante, ya que constituye el único parámetro físico ornamental que es fácilmente modificable a placer por el propio sujeto. Uno puede cambiar de reloj, de gafas, de zapatos, incluso puede llenar sus orejas o nariz con pendientes o piercing pero no puede cambiar su nariz o la frecuencia del parpadeo de sus ojos. Cada vez resulta más fácil modificar el aspecto de nuestros cabellos no solamente ya con acondicionadores, nuevos tintes, nuevos procedimientos de peluquería, que llegan a ser aplicables en casa y que consiguen modificar lo que es un aspecto fundamental en nuestra persona, si no incluso con tratamiento médico o quirúrgico…
La sociedad consumista obliga a una gestión cada vez más competitiva y agresiva. Vamos a ser juzgados no sólo por lo que somos, sino también por lo que aparentamos. Cada vez les resulta más difícil conseguir altos cargos a los que son obesos y descuidados. Algunos niños no controlados por sus padres están empezando con un proceso de automarginación porque sobrepasan los límites de lo que sería su peso ideal y entran así, dentro de lo que no se considera normal o de lo que puede considerarse como algo no tolerable.
Sin duda, en la globalidad del aspecto físico de una persona, existen algunos rasgos determinantes que la hacen atractiva o agradable. La persona consciente, puede utilizar este tipo de información como arma de convencimiento y de autopromoción tanto en la vida emocional como laboral.
En conclusión, y valorando los resultados de estos estudios sobre el fenómeno del atractivo físico, podríamos atrevernos a afirmar que en el futuro, la importancia del aspecto físico aumente aún más, no sólo por estar constantemente señalada y promocionada por los canales de televisión y en los medios informativos, sino también porque existe una tendencia general a incrementar el atractivo físico a través de una apariencia juvenil.
De todos estos estudios se desprende no sólo la necesidad de evitar el deterioro del aspecto físico, si no también de todos los aspectos psicosociales comentados, y que van tan ligados a la buena imagen que podemos ofrecer a los demás, y porqué no, a nosotros mismos.