La Semana de Pasión ya terminó hace unos días, y se me ha pasado el “calentón”. Voy a ver si lo vamos recuperando un poco…
Semana Santa de Cáceres… ¡¡de interés turístico!! ¡¡¡¡Nacional!!!! ¡¿¡¿¡¿INTERNACIONAL?!?!?!
Puede sonar pretencioso, pero ¿merecemos estos títulos?
Aunque la declaración de Fiesta de Interés Turístico Nacional o Internacional «es un título de carácter exclusivamente honorífico», permite a la localidad gozar de publicidad y apoyo de las instituciones.
La regulación vigente sobre declaraciones de interés turístico se legisló según la Orden de 29 de septiembre de 1987, y la última actualización data fue la ORDEN ITC/1763/2006, de 3 de mayo, por la que se regula la declaración de fiestas de interés turístico nacional e internacional. En ella se marcan las directrices que se deben cumplir para poder solicitar dicha declaración, según el primer artículo, se otorgará a aquellas fiestas o acontecimientos que supongan manifestaciones de valores culturales y de tradición popular, con especial consideración a sus características etnológicas y que tengan una especial importancia como atractivo turístico.
El resto de los artículos concreta un poco más el carácter del acontecimiento, como es la antigüedad, el arraigo que tiene en la localidad, la originalidad, la diversificación de actos en su entorno y alguna cosilla más.
Legalmente hablando, que para eso está la norma, cualquier municipio que tenga unas fiestecillas con cierta solera y presentando una documentación cuidada y minuciosa no tendrá muchos problemas en obtener alguno de estos títulos.
Precisamente ahí quiero llegar. Dentro de unos años lo excepcional va a ser que una ciudad no tenga una declaración de este tipo, habrá competiciones entre ellas a ver cual tiene más. Lo que digo es que administrativamente hablando se puede cumplir con los requisitos, pero ¿alguien ha mirado si se merecen? ¿Cómo se valoraría? Está claro que este punto originaría grandes debates.
En mi opinión, la Semana Santa de Cáceres merece este título y muchos más por varias razones. La más importante, dado el carácter de la fiesta, es la imaginería. En Cáceres hay tallas que, aparte de que puedan gustar más o menos, tienen un magnífico valor escultórico. Luego está el entorno. Es cierto que sacar una procesión de noche entre los muros del casco histórico de la ciudad es casi envidiable y a muchos de los que la presencian les recorre un gélido escalofrío por el cuerpo. Ya que se encuentra entre los requisitos mencionados anteriormente, también se puede decir aquí el arraigo que existe en la ciudad, puesto que la devoción por las procesiones data de hace varios siglos. Ahora no se me ocurre mucho más, pero esto sería (de hecho es) suficiente.
Sin embargo hay otra serie de hechos que evidentemente no sale en ninguna documentación, pero que todos conocemos, y se basan en el comportamiento de la gente. Considero necesario partir de la base del significado de la fiesta, por lo que creo que se debe exigir un mínimo de comportamiento y respeto, independientemente de que uno sea creyente o no, ya que ante esta situación está la libertad de ir o no ir.
Y no hablo exclusivamente del visitante que viene de turismo y espera pacientemente comiendo pipas, ve la procesión y se va. El mayor problema está dentro. Reconozco que es una labor harto difícil la de dirigir a tantas personas en esta situación, ya que hay una jerarquía bastante definida, pero como no hay consecuencias, pues cada uno hace lo que le viene en gana.
Con una gran ventaja parten las nuevas cofradías, ahora no tienen mucha gente y pueden establecer unas normas a las que es más fácil someterse desde el principio. El que quiera entrar ya sabe lo que hay, y además no tendrían problema en echar al que no las cumpla.
La falta de respeto es un problema que hay que atajar de una vez, y esto pasa sobretodo en las cofradías que más miembros tienen (que son las que mejor conozco)… se hacen corrillos entre varios hermanos para, entre otras cosas, comentar el partido de fútbol, ya que siempre hay alguno que lleva una radio, la gente que cruza por medio de la procesión, hermanos de carga con gafas de sol (si las llevan es porque está permitido, pero me parece una falta de respeto), arengas y ánimos a grito limpio (sí, es aquí donde entra aquello del “¡aire!” y demás mandangas), gente que se va a su casa antes de haber acabado con el desfile (esto fastidia, y mucho, a tu propio turno de carga, que ve como al finalizar siempre sobran horquillas y las fuerzas escasean), gente que saluda con muy, muy poca discreción a sus familiares o amigos que están viendo la procesión…
Considero necesario y confío y espero que estos detalles se vayan puliendo poco a poco, y entonces sí que seremos merecedores de este título.